Cathrin Zumhasch, estudiante de la Universidad de Hamburgo: «Participar del Programa de Movilidad me ayudó a confirmar mi vocación. Antes no estaba muy segura de si quería ser maestra. Ahora, sí»

Entrevistamos a Hanna Bothe y Cathrin Zumhasch, quienes recientemente han finalizado un intercambio de movilidad de cuatro semanas en la Universidad de la Ciudad. Nos cuentan sus impresiones sobre Buenos Aires y la educación en la Ciudad y el balance de esta experiencia en lo personal, laboral y cultural.

Hanna Bothe y Cathrin Zumhasch

Hanna Bothe (21) y Cathrin Zumhasch (26) estudian Educación Especial en la Facultad de Educación de la Universidad de Hamburgo, Alemania. Ambas buscan especializarse en autismo y discapacidad; Cathrin orientada al arte, y Hanna, a la inserción laboral. En 2023, fueron seleccionadas para participar del Programa de Movilidad entre la Universidad de Hamburgo y la Universidad de la Ciudad. En ese marco, durante marzo último, han realizado prácticas en la Escuela 23 de Villa Soldati, han cursado materias en la Universidad de la Ciudad, además de participar de encuentros presenciales sobre formación docente en los institutos de Educación Física Dr. Enrique Romero Brest y Prof. Federico Williams Dickens. Hoy, finalizado el intercambio, nos relatan su experiencia.

―¿Por qué eligieron participar de este programa de movilidad con la Argentina?

C.―Me postulé al programa porque me interesaba volver a América Latina. En 2016, estuve trabajando en Perú durante nueve meses como niñera en una familia. Aprendí español en las calles de Lima, fui sin saber mucho del idioma. Quiero seguir aprendiendo el idioma también. Mi idea siempre fue volver a la región. 

H.En mi caso, yo quería conocer las diferencias entre los sistemas educativos de Alemania y Argentina. Soy muy curiosa y quería tener esta experiencia también para mi vida, saber cómo son las maestras y los niños en Argentina; poder vivir algo nuevo y diferente. Es el primer viaje sola, lejos de casa, de mi familia y mis amigos. Yo aprendí español en la escuela. Es mi cuarta lengua, después del alemán, el inglés y el francés.

―Antes de postularse, ¿tenían algún conocimiento sobre la Argentina? 

C.―No tanto, en verdad. No sabíamos mucho sobre Argentina. No se habla mucho en la televisión sobre Argentina. Para nosotros, es muy lejos, lo sentimos muy lejos. Pero, claro, sabíamos algunas cosas sobre la cultura argentina, como el mate, las empanadas o la Patagonia. 

H.―También sobre la inflación, los problemas económicos… y el nuevo presidente. ―Ríen―.

―¿Cómo imaginaban esta experiencia de intercambio en otro país? Finalmente, ¿se encontraron con aquello que imaginaban?

C.―Ahora es difícil contestar eso ahora porque ya tenemos muchas experiencias aquí.  Pero imaginaba personas más amables, más abiertas, menos frías que en Alemania; una cultura donde se habla mucho y se sale en grupo: una cultura con más corazón. En muchos lugares, me encontré con gente así. Por ejemplo, las docentes de la escuela donde realizamos las prácticas son muy abiertas, muy amables. Siempre nos preguntan cómo estamos y nos invitan a comer con ellas. 

H. ―Yo no imaginaba mucho. Estaba abierta a la experiencia; que pase lo que pase.

―¿En qué consiste su rol en la escuela en el marco del programa?

H.―Hacemos prácticas en una escuela primaria de Villa Soldati. Tenemos alumnos de todas las edades. Nosotras observamos las clases y luego escribimos varias páginas sobre estas prácticas. También podemos ayudar o asistir a la clase cuando los alumnos tienen preguntas o dudas.

C. Y, en los recreos, también los niños aprovechan para hacernos muchas muchas preguntas. Por ejemplo, nos preguntan cómo es Alemania, cómo se dice tal cosa en alemán, qué equipos de fútbol hay, ¡hasta si somos hermanas! ¡Esa es la pregunta que más nos hacen! ―Ríen―.

¿Qué similitudes y diferencias encuentran entre la escuela en Alemania y en la Argentina?

H.―La escuela en Alemania es bastante similar a la de Argentina. Pero la diferencia más grande que encuentro es que los niños no son tan libres como en Alemania. Tienen que estar siempre con la maestra: para ir al baño, para ir al patio. También en Alemania tenemos más recreos: dos de veinte minutos y otros de 45. Eso me llamó la atención. Lo que sí me gustó mucho es que en esta escuela tienen muchas horas de actividad física. Las maestras tienen muchas ganas de que los niños aprendan. 

Al realizar las prácticas, noto mucha diferencia entre los niños que cuentan con el apoyo de sus padres para estudiar en la casa, para hablar sobre la escuela y los que no. La mayoría de los padres trabaja muchas horas; otros no saben leer o cómo ayudar a sus hijos, entonces no pueden acompañarlos. Esa diferencia se nota mucho en el aula. Algunos niños tienen dificultades para copiar del pizarrón o escribir rápido.

C.―Acá los niños desayunan en la escuela. Eso en Alemania no sucede, desayunan con sus familias. Yo observo la inclusión en esta escuela y veo que los niños con dificultades, por ejemplo, con autismo, no tienen tanta asistencia como en Alemania. Las maestras tienen grupos de 30 o más alumnos. No pueden ir a su ritmo. No es sencillo trabajar de esta manera; ellas mismas lo dicen. En Alemania, tenemos maestras de educación especial que siempre ayudan en el aula o estudiantes de educación que acompañan a los alumnos.

―¿Hay algo que les haya llamado la atención durante las prácticas?

C.―Lo que me llamó mucho la atención y me gusta muchísimo es la canción que cantan a la mañana. Se llama Sube, sube, y es de una cantante muy conocida, creo que Mercedes Sosa. Me emociona escucharla, sobre todo en esta escuela donde van niños que viven en Villa Soldati y tienen muchas dificultades. Me da la sensación de que los niños, a través de la escuela, pueden subir, como dice la letra, y convertirse en personas con más oportunidades en la vida, personas que pueden progresar.

―¿Qué balance hacen de esta experiencia de cuatro semanas?

C.―Esta experiencia me permitió conocer más sobre el trabajo de las maestras. También ahora me siento mejor sobre la profesión. Me ayudó a confirmar mi vocación Antes no estaba muy segura de si quería ser una maestra. Ahora, sí. Eso cambió. Y fue en estas cuatro semanas en Argentina.

H.―Me gustó mucho poder aprender métodos de enseñanza, sobre todo para grupos numerosos. Me ayudó a ser mejor maestra, a trabajar mejor las dificultades en el aprendizaje.

―¿Les gusta vivir en Buenos Aires? ¿Qué impresiones tienen de la Ciudad?

H.Me gusta mucho la vida acá. Alquilamos un departamento en San Telmo. Es muy antiguo y muy lindo. Nos gusta mucho el lugar: hay un jardín y una terraza. A la noche, hay mucho para hacer. Hay gente de diferentes países, como Chile, Venezuela, no solo turistas, con los que podemos charlar. El Parque Lezama y la Plaza Dorrego son hermosos. El mate me gusta mucho.

C.Fuimos a muchos museos de arte. Vivimos muy cerca del Museo de Arte Moderno. Me parece muy interesante conocer artistas de Argentina. ¡También fuimos a una clase de tango!

―Por último, me gustaría preguntarles por el español de Buenos Aires, el español rioplatense…

H.Al principio fue muy difícil para mí porque, en la escuela, aprendimos español de España. Pero acá nadie dice vale. Entonces, todo el tiempo, aprendemos palabras nuevas, como allá, maestras.

C.Es complicado hablar y charlar a veces. No es fácil, pero me gusta. Tengo un cuaderno donde anoto vocabulario, todas las palabras nuevas que conozco. Por ejemplo, la palabra recreo; yo solo conocía pausa

H.Vemos que el español de acá es muy expresivo. Todo es «lo más lindo del mundo». Lo que no logramos incorporar es el che; el dale, sí.